Por Martín Peña Vázquez

Hablar de un teatro corporal no siempre quiere decir que la construcción dramatúrgica ha partido del cuerpo del actor, sino que muchas veces estamos acostumbrados a entender solamente contextos dramáticos, dentro de los cuales el actor no hace más que moverse y cumplir con su papel dentro de la historia.

Pero lejos de este planteamiento, el cuerpo a través del mimo puede convertirse en el verdadero motor de la creación teatral. Con músculos que se contraen y que proyectan fuerzas opuestas, la corporalidad del actor nos conduce a un replanteamiento de lo que conocemos como arte dramático. Es decir, que desde las bases puras del lenguaje del mimo, ya se generan estados y/o ambientes que nos generan conflictos, sin la necesidad de explicaciones previas ni descripciones superficiales del drama. Pero el mimo no solo plantea una dinámica de velocidades, contracciones y relajaciones musculares; para este efecto existe otro componente ineludible como es el caso de la forma, ya que ésta en combinación con el ritmo, puede revelar los estados más profundos del ser humano.

El actor al combinar las diferentes opciones que le brindan los distintos segmentos corporales, convierte a su cuerpo en imagen física del interior, haciendo visible lo que normalmente está oculto. Por lo tanto, simples acciones como cambiar de lugar un vaso o sentarse en una silla, pueden revelarnos todo un mundo que va más allá de la evidencia, pues detrás de la aparente simplicidad del argumento, se proyectan estados complejos, expresados a través de un lenguaje metafórico en donde el cuerpo, más que elaborar la estilización de lo conocido, involucra aspectos psicológicos y filosóficos.

Tomando en cuenta estos principios para la composición dramatúrgica, podemos ampliar nuestra visión general sobre el arte teatral, pues aunque antiguamente se ha considerado al mimo como un lenguaje independiente, sus componentes básicos nos demuestran que estamos frente al verdadero arte del actor que es la semilla viva de la que considero debería nacer el teatro. Con esto quiero decir, que partiendo de la construcción que ofrece un cuerpo dramático, podemos desarrollar contextos, situaciones específicas, personajes, etc. Además que se pueden vincular a la escena recursos como vestuario, elementos, escenografía y más.

Desde hace 15 años he puesto en práctica mi forma de concebir el arte dentro de la compañía Teatro del Cielo, en la cual me desempeño como dramaturgo, actor y director. Una de las cosas más importantes que me ha brindado esta carrera es la posibilidad de reinventarme y abrir mis propias puertas estéticas, aunque haya partido de una base técnica bastante “rígida”. Aquí se produce entonces el mismo efecto de la música, ya que para ejecutarla, el músico debe partir de un proceso completamente técnico, que después dará paso a la espontaneidad del artista.

Durante varios años he tenido la oportunidad de compartir este proceso con distintos estudiantes y actores que han formado parte de la compañía. He podido contribuir y ser parte de la formación de cientos de alumnos de distintas nacionalidades que han tomado mis talleres de mimo corporal y que se han dejado llevar por mi visión estética.

Hoy considero a los procesos de creación como espacios de meditación profunda, en donde abro la posibilidad de mirarnos hacia adentro para reconocernos fielmente bajo la condición humana.

Martín Peña Vázquez

Actor, director, dramaturgo y músico. Graduado en International School of Corporeal Mime en Londres, Inglaterra. Creador de la compañía Teatro del Cielo. Invitado a festivales internacionales y a impartir docencia en instituciones artísticas de América, Europa y Medio Oriente.