
Por María de Lourdes Puig
Me asomo expectante a la propuesta artística porque estoy esperando al niño a ver qué me va a decir.
Y allí está el niño cantando sus verdades. Verdades compartidas con una cultura que acostumbraba callar al niño.
Cuando no hay palabras, porque no hay espacio de palabra, el cuerpo habla. El estímulo eléctrico encuentra otra vía para manifestarse y contar. Desde el movimiento no hay engaño. Los cuerpos se expanden, se contraen y se contorsionan rítmicamente, como impulsos en código morse, creando caracteres que escriben frases coreográficas dibujando imágenes en el espacio. Mi ojo decodifica el mensaje encriptado porque reconozco la historia. La comunicación se ha logrado.
Veo un gran bastidor de yute, como un lienzo enorme y rústico donde se pinta la acción: comienza a ras de suelo para después desprenderse; unas veces es la tierra, otras, el cielo; la matriz que pare hombres reales o imaginados… La fibra vegetal me conecta de inmediato con la región litoral, también con el cacao -el monocultivo que definió una época en el país, de 1830 a 1920- y su herencia, los gran cacao.
Erodita es una creación escénica desde la danza contemporánea que se estrenó en la V Edición de Monotemáticos, en 2019. Nombrada así en honor a Erodita Wila, cantora de arrullos y chigualos de la tradición afroesmeraldeña. Ahora nos llega en formato cinematográfico, con una riqueza en imágenes visuales y sonoras que no compite con la obra de origen, mas bien se deja apreciar desde otro lenguaje.
En la película, la fábula se cuenta desde un juego de cámara que me lleva al plano detalle, haciendo tándem entre lo concreto y lo abstracto, lo manifestado y el imaginario, desde tres locaciones distintas que son a su vez espacios reales y simbólicos: lo rural, lo urbano y el constructo identitario de lo masculino, que atraviesa al hombre por igual, trascendiendo particularidades, incluso la especie. La energía del macho dominante que compite por territorio y poder está en el animal y en el humano. Es inevitable reír en la escena que grafica ‘las monerías’ de estos personajes. Lo ‘mono’ nos alcanza y en ocasiones, nos supera. Y es difícil no afectarse ante la claudicación de estos cuerpos exhaustos por el esfuerzo inútil. Esa no expresión de un rostro colapsado por el vacío de sentido, estremece.
La película está preñada de signos e imágenes poéticas que el lente registra de forma sutil o violenta. Una guayabera colgada de un árbol; un hombre que sale del bastidor de yute como en un parto de pies; los pies desnudos que se deslizan surcando la tierra; dos hombres danzando en sincronía para luego entrar en conflicto: las aguas se separan, los huesos crujen; la competencia, la codicia insaciable, el chocolate (a veces la sangre), ¡el paroxismo! El ciudadano en guayabera, almidonado, que se despega de la pared como papel tapiz; los zapatos negros de charol, porque hay que calzar; el apretón de manos y sus pactos que fácilmente se deshacen en un giro de baile… sobre un charco de agua.
Lo femenino como una presencia sugestiva está en la constante referencia al agua, desde lo visual y sonoro, y en la conmovedora voz que canta el Arrullo para Antonio, conectando con la ternura y lo ancestral. La mujer aparece siempre en segundo plano: en una escena en el cuarto de baño, o subiendo las escaleras por detrás de los personajes masculinos.
Toda la obra (tanto la escénica como la fílmica) me evoca una metáfora de la humanidad y su exilio: la ilusión de separación de la madre tierra y todo lo vivo, que deviene en la desconfianza del otro, la tensión que esto genera y la sensación de soledad. La puja y resistencia llegan al límite, hasta quedar extenuados… Se da un encuentro de brazos caídos entre ambos personajes/posturas. Allí, en la rendición, algo es liberado. Y el niño ahora descansa en un arrullo… para despertar.
Ficha artística:
Idea original y dirección coreográfica: Omar Aguirre
Dirección audiovisual y edición: David Grijalva Moscoso
Intérpretes creadores: Miguel Palacios y David Albarracín
Diseño de sonido y mezcla: Enrique Landivar
Canción: Melissa Mourelle
Arte visual: Alisa Pincay
Producción: Miguel Palacios y David Albarracín
Formato: cine
Duración: 40 minutos

María de Lourdes Puig
Escritora y dramaturga. Estudió Literatura en la UCSG; diplomada por el CELCIT de Argentina en Escritura Dramática. Su formación teatral la realiza como autodidacta y tomando diversos cursos y talleres con reconocidos maestros nacionales y extranjeros. Autora del libro de textos dramáticos Mudar de pies y otras piezas breves (2016); publicaciones en prosa, artículos para revistas especializadas y prensa escrita. Directora de Arcano Artes Escénicas.
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