Por María de Lourdes Puig

La figura del crítico se me viene a la cabeza como la imagen de una persona seria, austera, más bien de sexo masculino; lo veo delgado, espigado, de facciones largas y aguzadas: nariz larga, dedos largos y huesudos, boca alargada de labios finos y comisuras hacia abajo; piel olivácea. Su mirada punzante está enmarcada por unas profundas ojeras grises, y es probable que use lentes de marco negro que hace juego con su vestimenta. El color de sus ojos no importa, nunca se ven. Solo se siente esa mirada…

Por supuesto que estoy dando rienda suelta a un imaginario estereotipado de lo que sería la apariencia de un crítico, cualquiera que éste sea, independientemente de su materia de estudio (literatura, cine, teatro o cualquier otro arte o disciplina), ya que, de manera generalizada, el crítico no ha tenido “buena publicidad”, por decirlo de alguna manera; sobre todo en sociedades donde no ha habido la cultura de una abundante producción artística, de cualquier orden, y con ella la manifestación del ejercicio de la crítica y su respectivo aporte.

Entonces, empezamos por zafarnos de las ideas preconcebidas para poder reconocer que la crítica, y de manera específica la crítica teatral que es de la que queremos comentar, se trata de una actividad realizada por profesionales, tanto hombres como mujeres, seriamente comprometidos con su tarea.

La palabra crítico, en su raíz etimológica, proviene del griego kritikós que significa discernimiento. Crítico es la persona que es capaz de discernir, analizar, separar, examinar, valorar, y va más allá de una apreciación personal o subjetiva. Su análisis deberá sostenerse en argumentos respaldados por fundamentos teóricos y técnicos, y en una vasta experiencia directa con cada uno de los elementos constitutivos de esta manifestación artística.

La crítica teatral es parte del proceso de comunicación del teatro, es una mirada distinta y complementaria que enriquece la valoración de la obra; constituye una retroalimentación necesaria para los teatristas implicados en el proceso (actores y actrices, directores, productores, dramaturgos…), así como una guía orientadora para el público en general, tanto para el que ya vio la obra, como para aquel que aún no la ha visto y se deja inquietar y convocar para asistir al teatro. En este sentido, el crítico hace la función de puente conector entre la obra y un público potencial. La función del crítico no será la de “traducir”, pues el teatro no necesita ser explicado; cada quien, al exponerse al hecho escénico, se dejará afectar de manera particular.

En este sentido, el crítico trabajará como aliado, no como enemigo: se espera de su labor un aporte valioso, propositivo y constructivo, siempre a favor del desarrollo, mejora y crecimiento de los individuos, grupos o compañías teatrales. Esto quiere decir que su análisis ha de ser ecuánime y equilibrado, destacando tanto las fortalezas de la obra como sus debilidades, pero siempre de manera sesuda y respetuosa, con argumentos sostenibles. No se trata de hacer una apología de la pieza pero tampoco una dilapidación de manera burda e irresponsable. Necesitamos que quienes ejerzan la crítica teatral sean profesionales serios. Siendo así, la crítica encontrará menos resistencia y completará el círculo del proceso comunicacional del teatro. Considero favorable que el crítico o la crítica se deje conocer mostrando su identidad al firmar sus aportaciones. Los seudónimos tienen mejores aplicaciones.

Vale distinguir que no es lo mismo reseña informativa que crítica teatral; lo primero lo puede hacer un profesional de la comunicación y lo segundo, un profesional del teatro. Otro aporte importante de la crítica teatral es su función de registro al documentar los espectáculos, que como todos sabemos, son efímeros.

Realizar una crítica seria no es un trabajo improvisado; se requiere de estudios, conocimiento y haber tenido experiencias cercanas con el teatro, sus procesos y dinámicas, además de desarrollar la capacidad para tomar distancia y poder analizar, reflexionar y evaluar con la mayor objetividad posible lo observado en la escena.

Bienvenida la crítica lúcida.

 Artículo publicado en la revista El Telón del Teatro Sánchez Aguilar, edición No.58  enero/marzo/abril 2020, pag. 33.

http://teatrosanchezaguilar.org/el-telon/

María de Lourdes Puig

Escritora y dramaturga.  Estudió Literatura en la UCSG; diplomada por el CELCIT de Argentina en Escritura Dramática.  Su formación teatral la realiza como autodidacta y tomando diversos cursos y talleres con reconocidos maestros nacionales y extranjeros.  Autora del libro de textos dramáticos Mudar de pies y otras piezas breves (2016); publicaciones en prosa, artículos para revistas especializadas y prensa escrita. Directora de Arcano artes escénicas.