
Por María de Lourdes Puig
Desde mi primer acercamiento al teatro hace años intuí su poder terapéutico, luego lo he podido constatar a través de mi proceso personal. Es bien conocido que el arte en general, y el teatro en particular, tienen el potencial para transformar las vidas de las personas, y con ello, de las comunidades.
Considerado como un arte total, el teatro utiliza diversos lenguajes: verbal, no verbal, plástico, visual, musical… donde se involucran mente, cuerpo y emoción. Se dice que el teatro es la más humana de las artes porque su objeto de trabajo es la gente y su esencia el conflicto; y el conflicto, esa tensión entre dos fuerzas opuestas, es la constante que atraviesa toda la experiencia humana.
A más del teatro comercial o convencional que es ampliamente conocido, existen otros escenarios donde la teatralización de la condición humana cobra otras dimensiones. Me refiero al Teatro Aplicado, un término relativamente nuevo para designar a un campo todavía en desarrollo, el cual reúne una serie de actividades dramáticas llevadas a cabo por organizaciones, grupos y profesionales diversos. Este teatro no se hace únicamente con la finalidad de divertir a un público o comunicar un mensaje dentro de un formato estéticamente bien montado, su propósito va más allá. Su objetivo es ayudar a los individuos o colectivos con carencias en alguna dimensión personal o social, vivida como privación y manifestada en insatisfacción, exclusión, marginación u opresión.
Las cuatro grandes áreas donde el Teatro Aplicado realiza su práctica son: el teatro para el cambio en la educación formal, el teatro para el cambio en el ámbito social, el teatro como terapia psicológica para el cambio personal y el teatro para el cambio organizacional dentro de la empresa.
El Teatro Aplicado se vale de investigaciones realizadas en las diferentes ramas de la filosofía y de las ciencias sociales, de los estudios culturales, de la psicología, sociología y antropología, así como de los estudios teatrales. Para Robert Landy, el Teatro Aplicado son prácticas interdisciplinarias e híbridas. Las autoras Tim Prentky y Sheila Preston (2009) coinciden en que tales prácticas teatrales se ocupan de la gente común y de sus relatos, de sus asuntos y prioridades particulares, cuya finalidad es llevar a cabo cambios en el mundo fuera del discurso teatral, ya que en muchos casos en que éste se practica, no hay espectadores, solo participantes. La participación se convierte en transformadora debido a la comprensión profunda (insight), el disfrute, la toma de conciencia de la propia identidad, la alternativa de perspectivas ofrecidas y el desarrollo del sentido artístico que surgen durante este proceso de implicación.
Se conoce como Dramaterapia a las acciones terapéuticas no farmacológicas, basadas en las técnicas teatrales aplicadas al ámbito clínico y social con grupos y personas. La Dramaterapia ha adoptado muchas formas y enfoques relacionados entre sí, el más conocido es el Psicodrama, una forma teatral iniciada por Jacob Levy Moreno en 1920. En estos procesos también se hace uso de las orientaciones teóricas de Brecht, Freire, Boal y de corrientes psicológicas como la Gestalt, la bioenergética, o el análisis transaccional. Consiste en el empleo de actividades teatrales -juego de libre expresión, juego dramático, improvisación, contar historias, composición de relatos, juego de papeles, marionetas y máscaras- para explorar problemas individuales o colectivos y tomar iniciativas conducentes al cambio.
La modalidad dramática conduce a la persona a verse a sí misma y a que vea las cosas desde otra perspectiva, a cambiar el punto de vista. Esto favorece el entendimiento, la empatía y amplía la capacidad de percepción y comprensión de los fenómenos. Aplicar el distanciamiento y observarse en perspectiva ayuda a crear un espacio para la objetividad, lo que facilita un mayor conocimiento de sí mismo y autodominio. Ver desde una perspectiva más amplia nos permite comprender las fuerzas que nos han conformado y nos han construido como la persona que somos, estar donde estamos, así como poder reconocer las muchas oportunidades que el futuro nos puede ofrecer. La Dramaterapia proporciona importantes y efectivas herramientas para plantearse preguntas sobre la propia visión del mundo y la de los otros, es un instrumento apropiado para programas de aceptación de la diversidad, de cambios interculturales y para la resolución de conflictos en los entornos familiar, escolar, empresarial y de comunidades. Se necesita trabajar mucho en lo referente a raza, género, clase, religión intolerancia cultural y desigualdad, problemas que urge atender en estos días.
Las formas de sanación a través del teatro son tan antiguas como los rituales griegos realizados en los templos dedicados a Asclepio, dios de la medicina (Esculapio, para los romanos).
El paradigma sistémico nos enseña que lo racional está en relación complementaria y sinérgica con lo emocional y lo intuitivo. La posmodernidad nos dice que la realidad es fluida, todo es susceptible de cambio; y la transformación personal a través de la experiencia artística, donde se utiliza el teatro y las estrategias dramáticas como instrumento de aprendizaje socio-emocional, es posible aquí y ahora.
Fuente: Motos, Navarro, Ferrandis y Stronks, Otros escenarios para el Teatro, Ñaque Editora, 2013.
Artículo publicado en la revista El Telón del Teatro Sánchez Aguilar, edición #53 enero/abril 2019, p. 35

María de Lourdes Puig
Escritora y dramaturga. Estudió Literatura en la UCSG; diplomada por el CELCIT de Argentina en Escritura Dramática. Su formación teatral la realiza como autodidacta y tomando diversos cursos y talleres con reconocidos maestros nacionales y extranjeros. Autora del libro de textos dramáticos Mudar de pies y otras piezas breves (2016); publicaciones en prosa, artículos para revistas especializadas y prensa escrita. Directora de Arcano artes escénicas.
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